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Expectativas Sobre El Sínodo de La Familia

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El 4 de octubre de 2015 el Papa Francisco inauguró el Sínodo de la Familia, el cual se prolongará hasta el 25 del mismo mes, en la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. El Sínodo se convoca en base a un documento preparatorio (Lineamenta) titulado: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. En el Sínodo participan unos 270 obispos de todo el mundo, además de 89 participantes como laicos o expertos. Se tratará de diversos temas referidos a la familia, los mismos que ya fueron abordados, en la fase preparatoria, en la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos (del 5 al 19 de octubre del 2014) sobre “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”, cuyo fruto fue la Relatio Synodi, documento con el cual se concluyeron los trabajos sinodales y que fue hecho público por el Papa Francisco. El año pasado el Santo Padre pidió a los obispos que las iglesias locales analizaran y maduraran las reflexiones e ideas propuestas en la Relatio Synodi. La forma cómo votaron los obispos, en aquella ocasión, sobre determinados temas, tales como la comunión para los divorciados vueltos a casar por lo civil, refleja que hay un buen número de obispos que aboga por una mayor apertura con respecto a la práctica pastoral vigente, sin que esto signifique cuestionar la verdad esencial sobre el matrimonio (su unidad, la indisolubilidad, la fidelidad, la apertura a la vida).

Los Padres sinodales, a pedido del Papa, han tenido un año para profundizar en dichos temas, hacer consultas a las iglesias locales, formular propuestas pastorales; ahora, en este Sínodo Ordinario se llevará a discusión todos los aportes. ¿Qué cabe esperar de este Sínodo? Desde luego, no podemos esperar ningún cambio en la doctrina esencial sobre el matrimonio y la familia, pero sí una mayor claridad y apertura en la praxis pastoral de la Iglesia, basada en la primacía de la caridad pastoral, más aún en el Año de la Misericordia. Tal como pidió el Papa el año pasado (en la clausura del Sínodo Extraordinario de la Familia), se espera que se propongan “soluciones concretas a las tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias” (Discurso del Papa Francisco, del 18 de octubre de 2014) ¿Cuáles serán esas soluciones propuestas? Lo sabremos cuando se redacte el documento final del Sínodo.

No faltarán quienes digan que no hace falta hacer un Sínodo sobre la familia (el cual se ha venido preparando desde hace un año) sólo para reiterar la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia (que está en numerosos documentos), y para decir que la Iglesia acoge con amor a los pecadores (cosa que también ha manifestado en múltiples ocasiones). Si bien es cierto que no podemos esperar cambios en la doctrina esencia sobre el matrimonio y la familia, el Sínodo no en una reflexión sobre lo mismo para decir finalmente lo mismo que ya sabemos, sino una oportunidad para profundizar en la doctrina y, sobre todo, para plantear soluciones pastorales concretas ante los graves problemas que afrontan las familias. En este sentido sí podemos tener altas expectativas de este Sínodo.

En la misa de apertura el Santo Padre, a partir del relato del génesis que nos habla de la soledad de Adán antes de la creación de la mujer (Cf., Gn 2, 20), mencionó el tema de la soledad del hombre en el mundo contemporáneo como “el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres”. “Pienso en los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.” El mundo globalizado – señaló el Papa – se enfrenta a la paradoja de un crecimiento material, con medios sofisticados de diversión, pero “cada vez menos calor de hogar y de familia”, “cada vez más un profundo vacío del corazón”, “muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía… Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero” (Homilía del Papa Francisco en la Misa de Inauguración del Sínodo sobre la familia, el 4 de octubre de 2015). Para Dios – señaló el Papa-, “el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano.” El matrimonio, pues, debe ser enfocado más allá de cualquier perspectiva psicológica, sociológica o legalista, hay que remontarse a los orígenes para escudriñar el designio de Dios sobre el hombre y la mujer. Por otra parte, sabemos que Dios no puede pedir cosas imposibles a los esposos, no deja de darles su gracia para que puedan vivir las exigencias de la vida matrimonial.

En el Sínodo, como hemos dicho, se debatirán también algunos temas que generan controversia, incluso dentro de la misma Iglesia, tales como el caso de los divorciados vueltos a casar por lo civil y que quieren acceder al sacramento de la penitencia y la Eucaristía, el tema de las uniones de hecho entre católicos sin que se haya celebrado el matrimonio, el tema de las uniones civiles entre personas del mismo sexo, entre otros. Está claro, por ejemplo, que la Iglesia jamás aceptará una forma de matrimonio distinta a la de la unión de un varón y una mujer libres de impedimento, por más que en muchos países se reconozca legalmente como “matrimonio” las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. La caridad pastoral, la acogida a los pecadores, no se hace en desmedro de la verdad. En nombre de la “caridad pastoral” no se puede obrar contra la verdad del Evangelio. Por otra parte, no se trataba de que todos los obispos del mundo piensen igual sobre cuestiones discutibles; pues la unidad de la Iglesia no es “uniformidad”. Se espera que, bajo la guía del Espíritu Santo, haya el mayor consenso posible entre los padres sinodales a la hora proponer soluciones pastorales y que correspondan a la verdad del Evangelio.