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Jesus: Camino, Verdad y Vida

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Toda religión es, en el fondo, un camino de búsqueda de un encuentro personal con Dios, un Dios que está siempre dispuesto a dejarse encontrar; en este sentido: todas las religiones tienen algo de verdad; pero, sólo la religión cristiana es plenamente verdadera, porque no sólo señala un camino para llegar a Dios sino que en ella Dios mismo se ha hecho camino para el hombre; por ello, Jesús puede decir con toda razón: “Yo soy al camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí”(Jn 14, 6). No hay salvación sin Jesucristo, no es posible encontrarse con Dios sin Cristo y sin dejarse conducir por el Espíritu Santo. En el evangelio de Juan, en los llamados discursos de despedida, Jesús se revela en su relación con el Padre, se presenta como ‘camino’, ‘verdad’ y ‘vida’, es decir: como el que viene a llenar las más grandes aspiraciones del hombre en la búsqueda de la felicidad.

En la “Declaración sobre la Libertad Religiosa”, del Concilio Vaticano II, se nos dice que “Dios mismo manifestó al género humano el camino por el cual los hombres, sirviéndole a Él, pueden salvarse y llegar a ser bienaventurados en Cristo. Creemos que esta única religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los hombres” (Dignitatis Humanae, 2). La expresión según la cual la Iglesia católica en la “única religión verdadera”, no debe entenderse en un sentido excluyente de todas las otras religiones. No es que todas las otras religiones sean falsas sino que todas ellas contienen una verdad parcial o incompleta. Tampoco se puede decir que todos los que practican otras religiones no puedan salvarse, pues Dios expande su gracia más allá de las fronteras visibles de la Iglesia como institución. Lo cierto que todos aquellos que alcanzan la salvación, la bienaventuranza eterna, en otras religiones, son también salvados por Cristo, lo sepan o no, aún cuando si siquiera hayan oído hablar de Él.

Una gran diferencia de Jesús con respecto a los grandes fundadores de religiones está en que aquellos fundadores se han presentado como mensajeros de una verdad, enseñando una doctrina, como los que vienen a indicarnos un camino para el encuentro con Dios; Jesús, en cambio, no sólo dice “yo vengo hablarles de la verdad” sino que Él mismo se presenta como la verdad; no dice “yo he venido para enseñarles un camino”, sino “Yo soy el camino”; no dice “quien sigue mi doctrina encontrará la verdad y la vida”, sino quien me sigue a mí ese tiene la vida y está en la verdad.

En todas las épocas de la historia humana los hombres han manifestado el anhelo de encontrarse con Dios. Moisés, por ejemplo, quería contemplar el rostro de Dios; pero eso no era posible porque Dios todavía no tenía un rostro humano. Por la encarnación del Hijo de Dios se produce un cambio radical. Cristo es, como dice San Pablo, la imagen visible del Dios invisible (Col 1, 15); en Cristo el hombre puede ver realizado ese deseo profundo de ver a Dios. Ver a Dios en el sentido bíblico, que significa estar en comunión con Él, participar de su vida divina; es ese el anhelo más profundo del hombre. Cristo hace posible al hombre entrar en plena comunión con Dios.

Jesús es la revelación plena del Padre. No podríamos conocer cómo es Dios si Jesús no nos lo hubiera revelado; Jesús nos ha revelado a un Dios que es Padre misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad (Cf., Salm 103, 8). En Jesucristo la verdad de Dios se ha revelado toda entera; una verdad que libera al hombre de todas sus esclavitudes. Dice el Señor: permanezcan en la verdad y la verdad les hará libres (Cf., Jn 8, 32).

Todos nosotros estamos ávidos de verdad, queremos la verdad, buscamos esa verdad muchas veces a tientas. La experiencia humana nos revela un encuentro con verdades parciales o a medias. Con frecuencia nos movemos en la incertidumbre; algunas personas ya no saben qué creer ni a quién creer. La verdad se relativiza o tergiversa. Muchos tienen su propia verdad o creen ser poseedores de la verdad absoluta; por ello asumen posturas intolerantes y condenatorias contra todo aquél que se atreva a cuestionar o poner en duda su ‘verdad’. La Iglesia nos enseña que todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad y, además, tienen la obligación moral de hacerlo con respecto a la verdad religiosa. Están obligados también a adherirse a la verdad una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida según sus exigencias (Cf., Dignitatis Humanae, 2). A todo aquél que está en búsqueda de la verdad, que no se contenta con verdades parciales, Jesús le dice “Yo soy la verdad”.

Todos los hombres experimentan, también, un secreto temor a la muerte, se aferran a la vida, a veces de modo desesperado; pero, descubren también que la vida se les escapa de las manos, como dice la Escritura: nadie puede agregar ni un minuto de su vida, pues “comprada su vida nadie tiene, ni a Dios puede con plata sobornarlo” (Salm 49, 8). La ciencia médica ha tratado de diversas formas de prolongar la vida; pero, a final de cuentas, llega un momento en ya nada se puede hacer. Esta experiencia puede ser frustrante, o convertirse en una ocasión para valorar verdaderamente la vida reconociéndola como don de Dios. Dios no quiere darnos sólo una vida biológica, quiere darnos una vida en plenitud. Jesús nos dice: Yo soy la vida, yo puedo ofrecerte esa vida que tú buscas, “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10); no una vida disminuida por el sufrimiento, el dolor, la miseria.

Jesús responde a tus más grandes aspiraciones. Estás en búsqueda de un camino, Él te dice: Yo soy el camino; buscas la verdad, Él te dice: Yo soy la verdad plena. Buscas vivir en plenitud, Él te dice: Yo soy la vida. ¿A qué más puedes aspirar para ser plenamente feliz? Si reconoces que Jesús es el camino ¿Cómo podrás decir que a Dios no se le puede ver ni encontrar? En realidad nosotros no buscaríamos a Dios si Él no nos saliera al encuentro, si Él no nos encontrase primero. Si reconoces que Jesús es la verdad ¿Cómo te puedes acostumbrar a vivir en el error? Si reconoces que Él es la vida, ¿Por qué no la valoras como un don de Dios? ¿Cómo se puede sacrificar a las personas por las cosas o por las instituciones? Nada, por muy grande que sea, ninguna institución, vale lo que vale una persona, porque sólo la persona humana está hecha con el molde de Dios y para Dios.