Si Escuchas Su Voz

La Entrega Generosa a La Misión

Posted

En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos motiva a una entrega generosa en la acción misionera. Pero, ¿Qué es lo que da sustento a nuestros esfuerzos y fatigas al servicio del evangelio? No cabe duda que es nuestro amor a Cristo; un amor que se concreta en el amor al otro, especialmente a los más pobres, por quienes la Iglesia ha hecho una opción preferencial. Esto no significa, obviamente, que pretendamos convertir a las personas en ‘medios’, pues toda persona, por el hecho mismo de ser persona, es siempre un fin en sí mismo, digno de ser amado por sí mismo, más aún cuando ella es ‘rostro’ de Dios. Todo ser humano, nos dice el Papa, merece nuestro cariño y entrega.

En una sociedad que ensalza la eficacia, la eficiencia, resulta difícil entender el esfuerzo, el sacrificio en favor de los más pobres y necesitados. Hay que resistirnos a la tentación de medir la eficacia de la acción evangelizadora en términos estadísticos. Algunos pastores piensan que el éxito de la evangelización se puede medir por el número de nuevos bautizados, la cantidad de fieles que acuden a las iglesias, el número de confesiones, primeras comuniones, confirmaciones. Cuando sienten que muchos no responden al esfuerzo evangelizador, cuando constatan los datos estadísticos, entonces experimentan un sentimiento de frustración, desánimo, como si todos los esfuerzos desplegados hubieran sido en vano. ¿Acaso es posible contabilizar los resultados de la acción evangelizadora? El Papa nos pone en guardia frente a la abundante eficiencia pastoral. El Señor va haciendo su obra y nadie puede medir los reales alcances de esa intervención mediada por la acción del evangelizador. “A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos” (Evangelii Gaudium, 279). Es imposible, pues, contabilizar los resultados de nuestra entrega generosa a la misión.

El Papa Francisco nos exhorta a tener un profundo sentido de fe y esperanza. El evangelizador tiene la certeza de que Dios hace su obra a pesar de nuestros aparentes fracasos; hay que tener en cuenta como  nos dice el Papa, el “sentido del misterio”,  “Es saber con certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo (cf. Jn 15,5). Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo.” (Evangelii Gaudium, 279). Es una lógica totalmente distinta a la “lógica empresarial”, al planificacionismo en base a resultados observables y cuantificables. Por el contrario, el misionero, como hombre de fe, “tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia” (Ibid.). Es este “sentido del misterio” lo que nos da la tranquilidad para evangelizar con la esperanza que el Señor hará su obra. Debemos renunciar a la tentación de pretender planificarlo todo, controlarlo todo, medirlo todo.

El Papa nos exhorta a dejarnos guiar por el Espíritu Santo, “El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria” (Evangelii Gaudium, 279). Esto no significa, sin embargo, que podemos ignorar la necesidad de planificar nuestra pastoral y aprovechar de algunas herramientas tecnológicas, dejándolo todo al Espíritu Santo. Lo que se nos quiere decir es que no debemos olvidar que la Iglesia tiene una dimensión mistérica, es conducida por el Espíritu Santo, no es una “empresa” o “sociedad de responsabilidad limitada”. La Iglesia hace presente el reino de Dios, contribuye a su crecimiento. Es el Señor, a través de su Espíritu, quien hace fecundos nuestros esfuerzos, nada se pierde de lo que hacemos.

No hay lugar para el desaliento, para creer que no vale la pena entregar la vida al servicio de la misión. El evangelizador puede estar totalmente seguro que dará fruto, que su esfuerzo no es en vano; no podrá decir nunca que “ha perdido el tiempo” con gente de “dura cerviz”. No debe perder la esperanza de construir un mundo nuevo, pues “la resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano” (Evangelii Gaudium, 278). No siempre vemos esos brotes, de ahí que sea necesario confiar en lo “invisible”; esa confianza en los invisible – nos dice el Papa Francisco – “puede producirnos cierto vértigo: es como sumergirnos en un mar donde no sabemos qué vamos a encontrar. Yo mismo lo experimenté tantas veces. Pero no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu de Dios, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera, a la acción misionera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos! (Evangelii Gaudium, 280).

Finalmente, y a modo de conclusión, tengamos muy presentes estas palabras del Santo Padre: “Si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (Evangelii Gaudium, 274). ¿A cuántas personas habremos ayudado a vivir mejor, a cuántos habremos ayudado acercarse al Señor, con el anuncio de la Palabra y con nuestro testimonio? No lo podemos contabilizar, sólo el Señor lo sabe. ¿Cómo entonces podríamos pensar o decir que no ha valido la pena nuestra entrega al servicio de la misión?