CARTA PASTORALl DURANTE LA PASCUA

¡Reconstruye Mi Iglesia!

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Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

¡Felices Pascuas!

En este tiempo de Pascua, los invito a meditar sobre el llamado de Jesús que le hizo a San Francisco de Asís, diciéndole: “Reconstruye mi Iglesia”

¿Por qué? Por tres razones. Una, porque tenemos un nuevo Papa que tomó el nombre de Francisco en honor del gran santo de Asís. San Francisco escuchó de parte del Señor en la cruz ese mismo encargo. En segundo lugar, porque las grandes llamadas de San Juan Pablo II, el Papa Emérito, Benedicto XVI y el Papa Francisco, para que seamos evangelizadores—“discípulos misioneros”, esto es, en las palabras del Papa Francisco—lo que significa, hacer para la Iglesia cada vez más, a lo que ella debe ser. Y en tercer lugar, ya que vivo en la Catedral de San Patricio y por lo que escucho todos los días, lo del trabajo de la reconstrucción total y lo veo, casi todos los días cuando celebro la Misa—es así, que: ¡la reconstrucción está en mi mente!

Papa Francisco y San Francisco

El mundo entero está fascinado por el Santo Padre. Cuando nos dijo en el cónclave que iba a ser llamado Francisco, conseguimos nuestro primera apreciación, de la conexión que haría con tantos Católicos como no Católicos, porque hay pocas figuras en la historia del cristianismo tan querido como el pobre Francisco de Asís. Cuando la gente pregunta por qué el Papa Francisco es tan popular, me siento tentado a responder con otra pregunta: ¿Por qué San Francisco sigue siendo tan popular? Se debe a que la gente lo encuentra fácil de reconocer en su sencillez, su caridad y su predicación—al Señor Jesús. En Francisco de Asís vieron a Jesús, y quien era posible de vivir la alegría y exigencias del Evangelio. Al elegir el nombre de Francisco, el Santo Padre nos señala hacia el modelo de San Francisco, y que él nos señala hacia Jesús.

¿Te acuerdas de la historia de San Francisco? Vivió a finales del 12 y principios del siglo 13 en Italia. Aun siendo muy joven, Francisco fue a la pequeña iglesia de San Damián en su ciudad natal de Asís. Oyó una voz—milagrosamente—que viene del crucifijo: “ Repara mi casa, la cual la están viendo, se está cayendo en la ruina! “ Al darse cuenta de que en verdad, era el Señor Jesús, que le hablaba de esa manera notable, Francisco se puso a hacer precisamente lo que le estaba pidiendo el Señor. Él vio que la Iglesia de San Damián estaba en mal estado, así que comenzó a arreglarla. Más tarde se hizo evidente que Jesús estaba hablando a Francis no sólo sobre del edificio de la iglesia física, sino de la Iglesia en su totalidad, tanto en el plano físico como el espiritual, es decir, se trataba de la realidad universal de la Iglesia.

Francisco y sus primeros compañeros fueron a Roma para buscar la aprobación del Papa para su nueva orden religiosa, que se centraría en la más grande tarea de reconstruir la Iglesia. El Papa Inocencio III tuvo que tomar una decisión—que sería de enorme importancia para los cientos de de años por venir, como sabemos ahora, en una mirada retrospectiva, todo el bien que la orden franciscana haría por todo el mundo. El Santo Padre también había recibido una visión sobrenatural—en un sueño vio a San Francisco sosteniendo una Iglesia. ¡De hecho, fue la propia iglesia, catedral del mismo papa! Inocencio entendió el mensaje, y aprobó la nueva visión de la vida religiosa propuesta por Francisco y sus compañeros.

Catedral de San Patricio

Ambos aspectos de “reconstruir mi iglesia” se aplican a nosotros en Nueva York. Empezamos el día de San Patricio el año del 2012, con una gran campaña para la catedral de San Patricio. Es la iglesia parroquial de los Estados Unidos, es como me gusta llamarla, y los americanos vienen a ella cada día en números grandes, unidas por otros peregrinos de todas las naciones en la tierra. Tal vez podríamos jactarnos de que San Patricio es la iglesia parroquial de todo el mundo—¡pero creo que ese título pertenece a la Basílica de San Pedro en Roma! Cuando el Obispo de Roma, el Papa Benedicto XVI, nos visitó en el 2008, él dijo esto acerca de nuestra catedral: “Tal vez más que cualquier otra iglesia en los Estados Unidos, este lugar es conocido y amado como” una casa de oración para todos los pueblos”’ ( cf. Is 56:7 ; Mc 11:17)”.

Nuestra Catedral necesita de mucho trabajo, al igual que cualquier edificio viejo. San Patricio no es solo un lugar histórico de preservar, en el que todo se mantiene en perfecto estado y protegido de cualquier posible daño. No, San Patricio está abierta a la ciudad y al mundo todos los días, y gasta sus energías, por así decirlo, como lo fueron nuestros grandes sacerdotes, empleados y feligreses que gastan sus energías, convirtiéndose en siervos de Jesús. ¡No es un museo! ¡Se trata de un hogar de oración para todas las naciones! Se hace presente el Señor Jesús en el altar, en su arte, en su servicio a todos, y en el confesionario. ¡Todas esas energías evangélicas y pastorales cobran su sentido, al igual que el tiempo y el mundo sordo fuera de la Quinta Avenida, y por lo que toca a nosotros los que amamos esta magnífica Catedral para reconstruir, restaurar y edificarla! Que vamos a hacer, vamos a pedir oraciones y apelar a la generosidad de la gente en la arquidiócesis. Sin embargo, si sólo entendemos la reconstrucción de la Iglesia en el sentido inicial y limitado que San Francisco lo hizo, y el abandono de la visión más amplia que rápidamente se llegó a ver, entonces habremos perdido lo más esencial.

Nuestra Iglesia en Nueva York

¿Qué significa reconstruir la Iglesia aquí en Nueva York?

La reconstrucción siempre comienza con asegurar que las bases sean seguras. No tiene sentido preocuparse por el trabajo de pintura, si los pilares están cayendo. Del mismo modo, la reconstrucción de la Iglesia significa el cuidado de nuestros cimientos fundacionales: la Misa Dominical, la Eucaristía, el Sacramento de la Penitencia, la enseñanza de la fe a sus hijos, servir a los necesitados. Matrimonios y bautizos, las vocaciones sacerdotales y religiosas a la vida consagrada, las parroquias, las familias, las escuelas, nuestras obras de caridad y las oraciones—así es como reconstruimos la Iglesia en Nueva York. En la misma base espiritual de nuestra vida cristiana es la amistad que nos ofrece el Señor Jesús, basado en los sacramentos nutridos por la Palabra de Dios y la oración personal y comunitaria, evidenciado en la caridad.

En cierto sentido, es más fácil reconstruir una catedral. Esa es una cuestión de dinero, y de materiales, y de eso se sabe de cómo hacerlo. La reconstrucción—o establecer—una amistad con el Señor Jesús exige más de nosotros. No exige mucho más de lo que tengamos de dinero, materiales, habilidad, pero es algo más de lo que somos.

La amistad con el Señor Jesús exige que pasemos tiempos juntos—que nos sintamos llamados a la oración y al culto litúrgico.

Nos Exige que lleguemos a conocer al Señor y la mejor forma es a través del estudio de la Santa Biblia, la catequesis, la lectura espiritual, en nuestras escuelas, la educación religiosa, y los programas de formación en la fe de la Iglesia.

Exige que conozcamos a su familia y sus amigos, la Santísima Madre, San José, y todos los santos, a los hombres y mujeres santos de todas las épocas, en nuestras devociones y celebraciones de los días festivos.

Exige acojamos Su llamado a la conversión y a cambiar nuestras vidas del pecado a la gracia.

Exige que le presentemos a nuestros amigos—llamados a la evangelización—y servirle en los pobres.

Eso es lo que significa la reconstrucción de la Iglesia.

A través de los andamios llegamos a la Catedral y las compañías están trabajando duramente. ¿Les puedo invitar a hacer su propia parte para reconstruir la Iglesia, en sus hogares, con sus amigos, en sus parroquias?

La reconstrucción de la Iglesia para el mundo

Desde los primeros días de su pontificado, el Papa Francisco ha sido insistente en que la Iglesia no existe para sí misma, retirándose, así decirlo, a la sacristía:

La Iglesia está llamada a ser la casa del Padre, con las puertas siempre abiertas. Un signo concreto de esta apertura es que nuestras puertas de la iglesia deberían estar siempre abiertas, de modo que si alguien, movido por el Espíritu, llega allí en busca de Dios, él o ella no va a encontrar una puerta cerrada... Salgamos, pues, salimos todos para ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Aquí nuevamente, lo repito, para toda la Iglesia lo que he dicho a menudo a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires : prefiero una Iglesia que está magullada, herida y sucia, ya que ha estado fuera en las calles, en lugar de una Iglesia que no es saludable de estar confinada y de aferrarse a su propia seguridad.

Hay pocos lugares en la tierra donde la misión de la Iglesia es más evidente que en la Catedral de San Patricio, donde a diario miles de personas en toda situación humana imaginables vienen a través esta puertas. Pero no sólo debemos dar la bienvenida a los que vienen a buscar a Dios, sino buscar a los que están lejos. La Iglesia existe para invitar a la gente hacia el interior, donde podrían encontrarse con la luz que viene de Cristo. Cuando el Papa Benedicto XVI visitó nuestra Catedral en el 2008, utilizó las vidrieras como una imagen viva de la Iglesia. Ese pasaje nos conmueve todavía:

...las vidrieras, que inundan el interior de luz mística. Desde el exterior, las ventanas son oscuras, recargadas y hasta lúgubres. Pero una vez que se entra en el templo, de improviso toman vida; lo que refleja la luz que pasa a través de ellas, revelan todo su esplendor. Muchos escritores—aquí en Estados Unidos podemos pensar en Nataniel Hawthorne—han utilizado la imagen de la vidriera para ilustrar el misterio de la Iglesia misma. Es sólo desde el interior, desde la experiencia de fe y de vida eclesial, que vemos a la Iglesia como es verdaderamente: inundada con gracia, resplandeciente en la belleza, adornada por los múltiples dones del Espíritu. De ello resulta que nosotros, que vivimos la vida de gracia en la comunión de la Iglesia, estamos llamados a atraer a todos a este misterio de luz. Esto no es tarea fácil en un mundo que es propenso a mirar a la Iglesia, al igual que aquellas vidrieras, “desde el exterior”: un mundo que siente profundamente de una necesidad de espiritualidad, sin embargo, le resulta difícil “entrar en” el misterio de la Iglesia. Incluso para muchos de nosotros entrar en este espacio espiritual, la luz de la fe puede amortiguarse por la rutina y el esplendor de la Iglesia oscurecida por los pecados y las debilidades de sus miembros. Se puede atenuare también, por los obstáculos encontrados en una sociedad que a veces parece haber olvidado a Dios y a prescindir de las formas más elementales de la moral cristiana. Ustedes, que han dedicado sus vidas a dar testimonio del amor de Cristo y a la edificación de su Cuerpo, saben de su contacto diario con el mundo que nos rodea, lo tentador que es a veces dar ese paso a la frustración, la decepción e incluso pesimismo sobre el futuro. En una palabra, que no siempre es fácil ver la luz del Espíritu a nuestro alrededor, el esplendor del Señor resucitado que ilumina nuestra vida es infundir esperanza renovada en su victoria sobre el mundo (cf. Jn 16,33).

¿Es que no es por ello que sea importante que las gradas de San Patrick, y con las puertas abiertas al mundo frente a la Quinta Avenida? De tal manera que los que ven desde fuera, puedan entrar y ser transformados por la luz?

¿No es que se nos enseñe lo que significa reconstruir la Iglesia? Invitamos a todos aquellos que nos encontramos al entrar en la fe, para ver la luz, no del mundo exterior, pero si reflejada a través de la vida del Señor Jesús y de los santos? Permanecer fuera de la Catedral es de sentirse impresionado por su tamaño, aunque su grandeza. Pero se pierde lo esencial. Nosotros reconstruimos el exterior, precisamente con el fin de que podamos entrar. En Nueva York, no hay escasez de inmensos edificios, muchos de los cuales empequeñecen San Patricio. Pero nada, a la entrada, nos transformar la propia luz del mundo exterior en algo tan hermoso. Hay muchas instituciones impresionantes, sociedades y asociaciones en Nueva York. Pero ninguno tiene la misma misión que hace la Iglesia, para ser una casa de todos los pueblos, por los que se transforma el mundo.

Esa es una buena manera de entender el enfoque pastoral inspirador del Papa Francisco. Él sabe muy bien—ya que sin duda puede hacer en Nueva York- que muchos miran a la Iglesia y las “exigencias de la moral cristiana” como algo amenazador, o incluso una carga. Así el Papa Francis nos anima a poner en primer lugar la luz de Cristo, la alegría del Evangelio, la felicidad que viene de la amistad de Dios con el mundo que nos rodea.

En la campaña de San Patricio, muchos que no son católicos han ofrecido generosamente su ayuda. Algunos incluso han dicho que no les importa lo de las enseñanzas de la Iglesia en tal o cual sentido, pero que atesoran la presencia de San Patricio en Nueva York. Ellos están confirmando la intuición del Papa Francisco que primero viene un encuentro con Dios, y todo lo demás se sigue de eso. Del mismo modo es que invitamos a otros a entrar, y ser testigos de la luz transformada por la Iglesia, también lo hacen las ventanas conectado a la Iglesia con el mundo exterior. El punto no es entrar en la Iglesia, como una especie de refugio, defensivamente dispuestos contra un mundo peligroso. Por el contrario, la misma Iglesia desea ir más allá de sí misma, a ponerse al servicio del mundo exterior, y en el servicio a aquel que está fuera del mundo por completo, y que la mantiene en su creación y dando su mano de apoyo. La Iglesia existe para Jesucristo, Él es su Señor, su cabeza, su maestro. Y ella también existe para el mundo mismo, el mundo más allá de las ventanas.

Para reconstruir la Iglesia entonces no es un proyecto que nosotros los católicos lo hacemos para nosotros mismo y para nuestro propio bien solamente, ya que se podría decir que existe nuestra catedral para los católicos únicamente y para nuestro propio bien solo. San Patricio y sus vidrieras nos enseñan la misma lección, que servimos al mundo, cuando somos sólidos en nuestras bases, fuertes en nuestras estructuras, abiertas y acogedoras, y radiantes en la luz de Cristo. La reconstrucción de San Patricio es un proyecto sobre la Quinta Avenida. La reconstrucción de la Iglesia es tarea de todas las parroquias de cada uno de nuestros que vivimos en los diez condados.

Para reconstruir, restaurar,

renovar, reparar—pero

¡no sustituir!

Una de las alegrías de nuestro proyecto de restauración de la Catedral para mí es conocer a los expertos cualificados y trabajadores que me muestran con gran orgullo en cada una de las ventanas determinada,, o una estatua, o azulejo, o bronce pulido—y me dicen: “Cardenal Dolan—esto es lo que parecía cuando estaba al principio, tenia hollín, estaba muy sucio y en malas condiciones”.

En el principio... El proyecto de restauración nos está mostrando lo que los artistas y artesanos dedican su tiempo desde el principio—lo que nuestros antepasados ​​vieron cuando la Catedral abrió por primera vez sus puertas. Eso es lo que estamos haciendo—reconstrucción, restauración, renovación, reparación. No estamos reemplazando San Patricio con otra cosa. Contamos con una magnífica Catedral. Nuestra tarea no para construir algo nuevo, sino para reconstruir lo que ya hemos recibido, para que podamos compartir con los demás el don que estaba destinado a nosotros desde el principio. El crucifijo de San Damián no le dijo a San Francisco: construir otra Iglesia Él dijo: ¡reparar mi Iglesia!

Ahí radica la gran diferencia. Nuestra tarea en la reconstrucción de la Iglesia no es sustituir a la Iglesia con algo diferente. El Papa Francis nos ha recordado que él es un “hijo fiel de la Iglesia”, y también lo debemos ser. Un hijo leal no trata de reemplazar a su madre. Nuestra tarea en la nueva evangelización no es inventar un nuevo evangelio, sino para difundir con nuevo entusiasmo y nuevas formas del Evangelio ya dada a nosotros por Jesús. Podríamos decir que Jesús es el “Divino Restaurador” que viene a nosotros en medio de nuestra debilidad, nuestras heridas, nuestra impiedad, y nos muestra lo que su Padre quiso desde el principio.

Una oración para el Matrimonio y la Vida Familiar

A medida que dimos inicio a nuestra misión de reconstruir la Iglesia, con renovado entusiasmo, recomiendo a vuestra oración una prioridad especial para el matrimonio y la vida familiar. El Santo Padre ha elegido para celebrar un Sínodo extraordinario a finales de este año en la familia, seguido por otro Sínodo sobre el mismo tema en el 2015. Él ha pedido a toda la Iglesia, orar por esta gran iniciativa. Como miembro del consejo preparatorio del Sínodo puedo dar fe de la importancia de lo que el Santo Padre nos ha encomendado en este trabajo. Él asiste a nuestras reuniones y sigue el trabajo de preparación personal.

No es un secreto por qué el Papa Francisco quiere centrar la atención de la Iglesia sobre el matrimonio y la vida familiar. En muchos lugares, el matrimonio y la vida familiar se encuentran en una situación desesperada. Para muchas personas, lo que debería ser una fuente de alegría y de la misión es más bien una experiencia de dolorosa y de sufrimiento. Las exigencias de la moral pueden aparecer prohibiendo, incluso imposible. No es una situación nueva, incluso si se nos presenta con una especial urgencia hoy en día. El mismo Jesús escuchó las objeciones acerca de la naturaleza del matrimonio. Jesús, el Restaurador Divino, respondió recordando a sus oyentes acerca del plan de Dios desde el principio. Nuestra tarea de hoy, es no abandonar el plan para el matrimonio y su indisolubilidad, siendo esta la intención de Dios desde el principio, sino actuando como pastores y discípulos para eliminar las capas del pecado, del dolor y del sufrimiento, para que podamos ver la belleza del matrimonio tal como fue instituido desde el principio. La tarea puesta antes del Sínodo, el Santo Padre ha pedido a toda la Iglesia orar, y no es para reemplazar el matrimonio cristiano en su originalidad con otra cosa, sino para reparar, restaurar y renovarlo de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, a pesar de todas las objeciones—en el tiempo de Jesús y el de nuestros tiempos.

¡Reconstruye Mi Iglesia! Ya hemos comenzado con la Catedral. Vamos a renovar nuestro compromiso, haciendo lo mismo a través de toda la arquidiócesis. Y recemos para que la tarea hecha antes del de reparar a toda la Iglesia, podamos también reparar, restaurar y renovar la “iglesia doméstica” del matrimonio y de la familia.

¡El núcleo de nuestra fe es que Jesucristo resucitó de entre los muertos. Él está vivo...y Él está con nosotros en su Iglesia!

¡Una Pascua bendecida a todos!

✝ Timothy Cardenal Dolan

Arzobispo de Nueva York

Pascua, del 2014