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‘Todos Los Muros Caen’

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Consternación ha producido en millones de personas la decisión del presidente Donald Trump, quien el 25 de enero del presente año (2017), a escasos días de iniciar su mandato, firmó la autorización para la construcción de un muro en la frontera con México para impedir la inmigración ilegal y, supuestamente, para garantizar la seguridad de los Estados Unidos. Un nuevo muro de los tantos que se ha construido y derribado a lo largo de la historia en diversas partes del mundo. Muchos pensaban que la construcción de ciudades amuralladas pertenecía al pasado histórico que no se volvería a repetir, pero la realidad nos demuestra que la tendencia a construir muros divisorios de las personas sigue latente; con el tiempo algunos de esos muros son llamados “muros de la vergüenza” y, tarde o temprano, otras personas los demolerán. Ahora algunos se preguntarán ¿A qué gobernante del futuro le cabrá el honor de ordenar la demolición del muro que construirá Donald Trump?

Aún mantenemos vivo el recuerdo de esas imágenes, mostradas por la televisión, de personas destruyendo el famoso muro de Berlín (29 de noviembre de 1989), y llevándose un pedazo del mismo como recuerdo de un pasado ignominioso que nunca debe repetirse: separar a las personas por motivos ideológicos, políticos, o de cualquier otra índole. El muro de Berlín separó durante 28 años a Alemania en dos partes.

La decisión del presidente Trump nos lleva a pensar en una especie de proceso socialmente involutivo, el retroceso a un pasado que creíamos superado. La tendencia social, y también como consecuencia del fenómeno de la globalización, es a la creación de comunidades de Estados, la eliminación de las fronteras que dividen a las personas. Muchos residentes en los Estados Unidos tendrán quizá el sueño de que algún día, ellos mismos o sus descendientes no muy lejanos, sean los artífices del derribo del nuevo muro fronterizo que se va a construir en la frontera con México.

En diversas ocasiones el papa Francisco ha exhortado a “construir puentes y derribar muros”. Al concluir su visita a los EE.UU (del 22 al 27 de septiembre de 2015), en su vuelo de regreso a Roma, tuvo una conferencia de prensa en la cual manifestó sus impresiones sobre su viaje; una de las preguntas que le hicieron fue: “¿Qué piensa de que muchos países están construyendo nuevas barreras de alambre de púas? El Papa respondió: “Todos, todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. En este momento Europa está en dificultad, es verdad. Debemos ser inteligentes porque viene toda aquella ola migratoria y no es fácil encontrar soluciones. Pero con el diálogo entre países deben encontrarlo. Los muros nunca son la solución. En cambio, los puentes sí”. Esta misma postura la ha mantenido el Papa, también cuando el entonces candidato a la presidencia, Donald Trump, anunció en su campaña la construcción de un muro en la frontera con México.

El 5 de noviembre de 2016, en ocasión de la conclusión del III Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) realizado en Roma, el Papa Francisco dirigió unas palabras a los participantes, volviendo a insistir en la necesidad de construir puentes y derribar los muros que generan exclusión, sean estos muros físicos o sociales, exhortando a trabajar en la construcción una sociedad verdaderamente inclusiva y solidaria con los más pobres. También expresó de nuevo que “todos los muros caen”, y destacó la propuesta hecha por los movimientos populares en el sentido de “seguir trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación”.

En un vídeo mensaje dirigido a la Asamblea General de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (14-17 de noviembre de 2016), el papa Francisco exhortó a obispos a responder a un gran desafío: “Crear una cultura del encuentro, que aliente a cada persona y a cada grupo a compartir la riqueza de sus tradiciones y experiencias, a abatir muros y a construir puentes”. Hizo un llamado a  la Iglesia en los Estados Unidos para convertirse en fermento de comunión. El mensaje del Papa ha sido muy bien recibido por los obispos, quienes en diversas ocasiones han expresado su solidaridad con los excluidos y han venido trabajando desde hace muchos años con sus colegas obispos mexicanos para aliviar el sufrimiento de tantos inmigrantes llamados “ilegales” que cruzan la frontera hacia los Estados Unidos.

En un Comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano (del 26 de enero de 2017), ante la orden de construcción del muro fronterizo, lo obispos de esa nación han expresado su protesta y “profundo dolor” por tal desacertada decisión del actual presidente de los Estados Unidos. Lo primero que nos duele— manifiestan los obispos—“es que muchas personas que viven su relación de familia, fe,  trabajo o amistad, quedarán bloqueadas aún más por esta inhumana interferencia”. Los obispos se unen al pensar y sentir del Presidente del Comité de Migración de la Conferencia del Episcopado Americano (USCCB), Mons. Joe Vasquez,  Obispo de la Diócesis de Austin, quien declaró: “En vez de construir muros, en este momento, mis hermanos obispos y yo seguiremos actuando a ejemplo del Papa Francisco. Queremos construir puentes entre personas, puentes que nos permitan romper los muros de la exclusión y de la explotación”

Los muros más difíciles de derribar son, sin duda, los “muros sociales”, los “muros ideológicos”,  las “barreras mentales”, porque éstos no están construidos de concreto o de alambre de púas, sino de prejuicios fuertemente arraigados en la mente y conciencia de las personas. Las ideologías son generadoras de muros invisibles que separan a las personas; pero, igualmente, tarde o temprano caerán. Los muros físicos que se construyen para dividir a los seres humanos son el testimonio vivo de no reconocer al “otro” como un hermano sino como un “enemigo”, como alguien del cual hay que defenderse e incluso eliminar. No existiría la guerra sin reconocer previamente al otro como a un “enemigo” y no como a un hermano que hay que acoger y amar. No nos imaginamos un proceso social involutivo: ciudades amuralladas para protegerse del extranjero, del “inmigrante ilegal”, de los considerados como nuevos “bárbaros” que asedian tras la murallas y amenazan la seguridad de un poderoso imperio. El miedo al “otro” puede llevar a un enclaustramiento, a “amurallarse” como forma defensiva irracional.

Salvo la Gran Muralla China, y otros muros de gran valor histórico en el mundo, que deben conservarse; todos los demás, los construidos para seguir dividiendo y excluyendo a las personas deben derribarse.

En su lugar, como señala el papa Francisco debemos construir puentes que unan a las personas y sean puntos de encuentro e inclusión social. Los gobernantes deben pasar a la historia no por levantar muros que dividen a las personas, sino por ser propiciadores de su demolición y constructores de puentes que unan pueblos y naciones contribuyendo a una sociedad global verdaderamente inclusiva, donde los pobres tengan el derecho a una vida digna y nadie se sienta un “extranjero” o sea tratado como tal.