Editor's Report

Misión Parroquial a la República Dominicana Fue Viaje del Corazón

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Esta no es la primera vez que la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles en el Bronx hace un viaje misionero a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en El Limón, en la península de Samaná, en el noreste de la República Dominicana. Pero el viaje de este verano superó ampliamente la última misión, según los misioneros de Nueva York.

Ellos aprendieron más que unas pocas cosas de su experiencia misionera inicial hace tres años. “Habíamos prometido que volveríamos. Y esta vez estuvimos muy bien organizados”, dijo el padre Thomas Lynch, párroco de Nuestra Señora de los Ángeles.

Los 23 feligreses del Bronx ayudaron personalmente durante la misión del 2 al 9 de julio. El Sagrado Corazón de Jesús tiene 12 capillas repartidas por toda la gran parroquia. Cada día, los misioneros salían de dos en dos a visitar a la gente en sus hogares. Ellos compartieron la palabra de Dios con la gente que encontraron, tanto católicos como no católicos, y encontraron una audiencia receptiva.

“Es en realidad una parroquia muy pobre con gente de verdad encantadora”, dijo el padre Lynch, quien visitó a los enfermos, ofreciendo los sacramentos de la reconciliación y la unción de los enfermos.

Por las noches, el padre Lynch celebro la misa en la iglesia local. Él fue asistido por seminaristas locales quienes ayudaron con la música. Dos de los misioneros laicos también dieron testimonios personales sobre sus experiencias cada noche.

Eddy Correa, de 47 años de edad, feligrés de Nuestra Señora de los Ángeles y uno de los organizadores de la misión, dijo haber sido testigo de una faceta diferente del padre Lynch mientras estuvieron en la República Dominicana.

“El padre fue más expresivo”, dijo Correa a CNY. “En Nueva York, el por lo general lee algo ya preparado. Durante la misión, él hablaba acerca de la palabra del Señor desde el fondo de su corazón”. Después de la misa, los jóvenes esperaban para intercambiar saludos con el padre Lynch fuera de la iglesia.

“Su español es bueno y la gente fue capaz de comprenderle”, dijo Correa.

Como muchos de los feligreses del Bronx, Correa nació en la República Dominicana. El compartió la experiencia de la misión con su esposa, Minerva Acevedo, también nativa de la República Dominicana, y su hija menor, Pamela, de 17 años.

Pamela dijo haberse impresionado por la generosidad de la gente, incluso en su humilde entorno. La gente nos ofrecía a los visitantes agua, jugos y mangos, todo lo que tenían a mano. “Fue una experiencia increíble”, ella dijo.

Próxima a ser una senior de la escuela secundaria Monsignor Scanlan en el Bronx, ella dijo que está deseosa de compartir sus experiencias de la República Dominicana con sus compañeros de clase. Algunos de sus amigos incluso ya han preguntado cómo pueden ser parte de la próxima misión de Nuestra Señora de los Ángeles.

Sus padres, ambos profesores de escuelas públicas, son personas activas en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Su papá es un lector que cuenta con el don de hablar bien en público lo cual le sirvió bastante durante las etapas de planeación y preparación para la misión.

“Él fue muy bueno en la coordinación de reuniones”, dijo el padre Lynch. “Él les dijo que no se trataba de unas vacaciones, sino de mucho trabajo”.

Como Correa explicó, la planificación comenzó en realidad dos años antes del viaje. Había mucho que hacer de antemano, como celebrar una kermés de comidas en el estacionamiento de la iglesia para recaudar fondos para enviar ropa, pañales, sillas de ruedas, bastones y medicamentos. Ellos también recaudaron fondos para ayudar al Sagrado Corazón de Jesús a construir un salón parroquial.

A medida que el viaje se acercaba, las reuniones mensuales se convirtieron en semanales, y Correa hizo innumerables anuncios al final de las misas, hasta cuatro durante un domingo. Su truco para conseguir que la gente responderá fue asegurarse de que el mensaje se presentase con un sentido de emoción. Correa dijo incluso haber recibido hurras y aplausos, así como una respuesta generosa de parte de los feligreses.

Una de las experiencias que el padre Lynch recuerda muy bien fue la clínica médica improvisada que los misioneros montaron en una escuela local. Dos docenas de médicos locales y dentistas proporcionaron atención gratuita a entre 600 y 700 personas desde por la mañana hasta por la noche durante un solo día. En muchos casos, ellos utilizaron las medicinas y suministros enviados por feligreses de Nuestra Señora de los Ángeles. Los misioneros abastecieron la clínica, dieron la bienvenida a los pacientes e hicieron lo que pudieron para mantener las cosas funcionando sin problemas de tal forma que los profesionales de la salud pudiesen atender a sus pacientes.

El párroco dijo que nunca había estado más orgulloso de sus feligreses del Bronx de lo que él estuvo por el servicio y la ayuda que ellos prestaron, más la fe que compartieron en la República Dominicana.

“Me encantó la forma en que la gente tomó la iniciativa de llevar a Cristo a los demás, de ser Cristo para los demás”, dijo el padre Lynch.