SEÑOR, A QUIÉN IREMOS

Educando Nuestros Jóvenes Católicos en la Fe

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En mi última columna cubrió la apertura del año para nuestras escuelas católicas, que fue saludable, segura, y alentadora, y para nadie fue una sorpresa, ya que hicimos lo mismo hace un año. En aquel tiempo fue una gran sorpresa, ¡ya que fuimos los únicos en abrir con éxito!

Sin embargo, cuando consideramos la energía de la Iglesia en la educación, mientras destacamos nuestras escuelas católicas, “la envidia del mundo,” como señaló el Santo Padre, también promovemos nuestras inmensas iniciativas de educación religiosa y la pastoral juvenil. Lamentablemente, solo el 25% de nuestros niños católicos están inscritos en nuestras escuelas. (Estamos orgullosos de dar la bienvenida a muchos no católicos también). Por lo tanto, tenemos el deber, la lealtad, a la orden de marchar hasta el final con Jesús: “¡Id, enseñad a todas las naciones!,” para proporcionar la calidad, la formación consistente en la fe para nuestros niños y jóvenes de gran valor que no están en una escuela parroquial.

(Por cierto, dado que la mayoría de nuestros niños católicos están en las escuelas gubernamentales, los apoyamos de todo corazón, no solo porque son nuestros niños y maestros están allí y que son muchos, sino porque su éxito es un componente esencial del bien común. El engaño de que estamos en contra de las escuelas públicas es solo esto: Todo ello es falso y malicioso).

Esta arquidiócesis tiene una buena reputación por lo que llamamos "educación religiosa," ya que decenas de miles de nuestros niños asisten lealmente a clases semanales de fe en su parroquia, desde mediados de septiembre hasta principios de junio, clases impartidos por catequistas generosos, muchos de los cuales han trabajado en ellos con alegría durante décadas. Como puede imaginar, estas sesiones son especialmente significativas cuando nuestros niños se preparan para los Sacramentos de la Penitencia, la Primera Comunión y la Confirmación.

A pesar de nuestro compromiso con estas clases de educación religiosa, por cierto, nos damos cuenta de que se necesita una renovación y reforma continua, al igual que nuestras escuelas.

Aquí hay algunas áreas en las que estamos trabajando:

Uno, mientras que solo un cuarto de nuestros niños está en las escuelas católicas, y quizás la mitad de los demás en nuestras clases semanales, ¡una buena porción no está en ninguna de las dos! Por lo tanto, un buen número de niños católicos bautizados no reciben formación religiosa formal. ¡Esto sí debería molestarnos!

Dos, nuestros devotos catequistas se dan cuenta de que también necesitan capacitación. Por lo tanto, nos esforzamos por ver que todos nuestros maestros, ya sea en la formación religiosa diaria o semanal, estén acreditados. No permitiríamos que un maestro/a instruyera a nuestros niños en matemáticas si él o ella fueran iletrados. Lo mismo ocurre con la religión. Esto es especialmente necesario para aquellas almas valientes que dirigen y coordinan nuestros programas de educación religiosa y la pastoral juvenil.

Tres, nos damos cuenta de que, como prometieron cuando bautizaron a sus bebés, nuestros padres son los principales maestros de la fe. La Santa Madre Iglesia siempre ha visto a la familia como la primera y mejor maestra de la fe. Nuestras mejores iniciativas de formación religiosa siempre dependen del involucrar a los padres.

Cuatro, la experiencia más efectiva de aprender religión es la Misa Dominical. Si la familia no es consistente en el culto dominical, ¡lamentamos los esfuerzos de nuestros catequistas y maestros!

Cinco, por mucho que dependamos correctamente de nuestras clases diarias de religión y semanales, estas no son las únicas versiones del entrenamiento en la fe. Muchas de nuestras parroquias están experimentando formas novedosas, creativas e innovadoras de transmitir nuestras creencias. ¡Aleluya! ¡Todo ayuda! Pienso con gratitud en las aclamadas sesiones de Camp Veritas cada verano, o en las Escuelas Bíblicas de Vacaciones patrocinadas por algunas de nuestras parroquias. Si nuestros niños van a campamentos de fútbol en los veranos, ¿no podríamos inscribirlos también en estos excelentes programas? Pensamos en retiros, peregrinaciones, programas de servicio que brindan a nuestros estudiantes como las herramientas para una vida espiritual sustentable. Sigan imaginando.

Seis, una cosa que aprendimos del encierro de Covid 19 fue el genio de la tecnología. Nuestros mejores catequistas nos dicen que pudieron impartir las enseñanzas de forma virtual, y que los jóvenes dieron y siguen dando la bienvenida a tales iniciativas y quienes muestran un gran interés. No es que la tecnología debería reemplazar el aprendizaje en la persona, pero puede mejorarlo.

Finalmente, nuestra formación en la fe nunca puede detenerse y ciertamente va más allá del Sacramento de la Confirmación. Participando en una pastoral juvenil parroquial la cual debería ser una norma.

Nuestro propio Departamento Arquidiocesano de la Formación de Jóvenes y Fe está conduciendo un año de evaluación e imaginando formas prometedoras para realzar y mejorar nuestros programas que ya están funcionando. ¡Préstanos tus oídos!