SEÑOR, A QUIÉN IREMOS

La Iglesia (y el béisbol) Sobrevivirán

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Sobrevivirá, una, santa, Católica y Iglesia Apostólica?

Esa es una pregunta que muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia Madre, se proyectan.

Hace un par de días, estaba disfrutando de uno de mis entretenimientos favoritos: desayunar huevos, salchichas y tortitas en un restaurante local.

A mi lado había una mesa con tres hombres, que charlaban sobre su picadillo de carne en conserva y galletas, sin saber que yo estaba escuchando.

“De ninguna manera puede sobrevivir,” observó uno de los compañeros. “La gente ha perdido el interés, la larga suspensión de la actividad hizo que la gente se encogiera y se imaginan que podrían arreglárselas sin ella, nadie está interesado en volver una vez que todo se vuelva abrir, pensando que pueden ver todo en sus hogares, y todos estamos cansados de escándalos y la pedida de dinero”.

Bueno, hice una mueca, extrañamente fui perdiendo el apetito, obviamente han respondido a la pregunta “¿Sobrevivirá la Iglesia?” con un gran no.

Entonces los chicos recogieron la conversación, como se comentaba, “¡y es una pena que el deporte no va a lograrse debido a que los Yankees y Aaron Judge que han tenido un comienzo tan ingenioso!”

¡Descubrí mi interés! ¡No estaban hablando de la Iglesia en absoluto, sino del béisbol!

Bueno, el hecho es que mucha gente está diciendo sobre la Iglesia de lo que aquello los tres decían sobre el béisbol. ¡No volverá!

¡Amigos míos, es hora de respirar profundamente y hacer un acto de fe! Preguntando si,”¿sobrevivirá la Iglesia?” es todo un dilema. Tenemos la palabra de Dios, la garantía más confiable que existe, es que la Iglesia realmente sobrevivirá. Nuestro Señor y Salvador, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, nos dio esta promesa: “¡Estoy contigo todos los días, hasta el fin del mundo! ¡Y ni siquiera las puertas del infierno pueden prevalecer contra mi Iglesia! “

A diferencia del béisbol, la Iglesia no es una propuesta humana. Oh, ese elemento - el humano - es muy importante. Ahí es donde se encuentran los santos; es decir, somos los pecadores. Pero la Iglesia tiene una composición divina que nos asegura su supervivencia.

“Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”... Jesús nos promete. Pero como me lo recordó una vez un confesor: “¡Eso no significa que el infierno dejará de intentarlo!”

Así que tenemos el dolor y las ataduras del COVID; disminución de la asistencia a la iglesia y las donaciones; nuevos alegatos de abusos sexuales de hace décadas, todos los días por parte de abogados de responsabilidad civil, uno de los cuales el grita “¡derribará la Iglesia!”; cierre de escuelas, fusión de parroquias; niños/as y nietos/as que no practican su fe; no hay suficientes sacerdotes, diáconos, religiosas y hermanos; gente que discute sobre la enseñanza de la Iglesia; el Papa Francisco es “demasiado liberal” o “no lo suficiente”; amenazas a la libertad religiosa y la libertad de la Iglesia para enseñar y servir ... ¡Oh, Dios mío! ¡Las “puertas del infierno” están laborando a tiempo completo!

Mientras tanto, nunca podemos concluir que la Iglesia no sobrevivirá, podemos preguntarnos, “¿cómo?” ¿Qué invitaciones de Jesús podemos escuchar en medio de esta confusión? ¿Qué es lo que El nos pide a nosotros, fieles y miembros de Su Iglesia?

Se aplica una antigua frase en Latin: Ecclesia semper reformanda: ¡La Iglesia siempre necesita reforma! Su gente, sus líderes - seguro que yo lo necesito - sus estructuras, su estrategia pastoral.

Jesús, por supuesto, nos invita, de no caminar en el agua, sino a “echar mar adentro.” Mientras lo esencial de la Iglesia, tal como nos ha dado el Señor, no puede cambiar, la forma en que lo vivimos, lo transmitimos y lo aplicamos que sin duda, se puede hacer.

En cada grito de una crisis detectamos una invitación susurrada del Señor a la reforma y la renovación.

La semana pasada visité a un maravilloso grupo de religiosas, las Hermanas Franciscanas de la Renovación. Junto a su convento en Harlem, donde viven en comunidad, forman sus novicias y sirven a los pobres, había una iglesia en ruinas. El año pasado me preguntaron si podían limpiarla y usarla para sus oraciones comunitarias.

¡Están invitadas!» Respondí agradecido.

Allí fue donde dimos la bienvenida a cuatro nuevas novicias en la fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles. ¡Y la Iglesia brillaba! Muy bien pintada, fresca, reparada, techo y pisos nuevos en el santuario.

La lectura de la liturgia de las novicias relató a San Francisco haciendo lo mismo en Asís: reparar, renovar la iglesia derruida dedicada a Nuestra Señora.

Ese es nuestro encargo, nuestro sueño, nuestro desafío: reconstruir, renovar, restaurar Su Iglesia.

Porque, no lo dude, ¡la Iglesia sobrevivirá! Los miembros no podrán destruirla aunque lo intentáramos, ¡y lo hemos probado!

(Por cierto, ¡estoy seguro de que el béisbol también, lo hará!)