Informe del editor

Misa Conmemorativa y Entierro Fueron un Momento de Aniversario Parroquial

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La parroquia de la Ascensión en la sección del Upper West Side de Manhattan esta celebrando su 125 aniversario a partir de este mes. El comité parroquial ha tratado de planificar conmemoraciones que “tengan un impacto en la vida de las personas”, dijo el padre Daniel Kearney, párroco.

Una de esas conmemoraciones empezó con una misa recordatoria el sábado 9 de noviembre en la mañana en la iglesia parroquial ubicada en la calle 107 West para 18 feligreses fallecidos.

Dichos feligreses murieron en diferentes fechas, tan recientemente como octubre y yendo atrás hasta 1998. Después de sus respectivas misas fúnebres, los restos de los fallecidos habían sido cremados y sus cenizas mantenidas en sus casas por sus familias, lo cual el padre Kearney dijo no es raro debido a la incapacidad económica que a veces existe para pagar un entierro.

Fue una bella y estimulante liturgia en español a las 9 a.m. para la cual el coro Walkirios de la parroquia proporcionó música. Cada urna con restos cremados y una tarjeta de identificación adjunta se colocaron sobre una larga mesa cubierta en el pasillo central de la iglesia. Alrededor de 60 a 70 familiares y amigos asistieron a la misa.

El padre Kearney, celebrante principal, habló en su homilía acerca de José de Arimatea, a quien llamó “uno de los héroes desconocidos de los Evangelios”.

“Leemos un poco sobre él el Domingo de Ramos y un poco más el Viernes Santo. Puede que ustedes recuerden que los evangelios lo describen como un hombre bueno y justo. Él tiene permiso de Poncio Pilato para remover el cuerpo de Jesús de la cruz al atardecer del Viernes Santo. José de Arimatea cuidadosamente envolvió el cuerpo de Jesús en un lino, según la tradición judía, y lo puso suavemente en la tumba”.

“Lo que hizo José de Arimatea fue un acto de mucha bondad”, dijo el padre Kearney. “Este fue un verdadero acto de misericordia”.

Algunas de las palabras del padre Kearney fueron tomadas de una columna del cardenal Dolan en Catholic New York del 2 de marzo de 2017 llamada “Entierros en nuestros cementerios católicos”, en la cual el cardenal explico iniciativas en los cuatro cementerios arquidiocesanos: Puerta del Cielo en Hawthorne, Resurrección en Staten Island, Ascensión en Airmont y El Calvario en Queens.

Las iniciativas incluyeron una sección de San José de Arimatea establecida para el entierro de restos cremados, con los nombres de los fallecidos grabados en un marcador comunal, por una tarifa razonable. La sección fue creada en respuesta a la necesidad de opciones de entierro de bajo costo, para aquellos que habían sido cremados pero nunca enterrados o colocados en algún sitio en un cementerio. (Muchos sacerdotes, especialmente aquellos que sirven en parroquias hispanas, le habían dicho al cardenal Dolan de su preocupación por el costo que estaba impidiendo las antiguas tradiciones católicas de duelo y entierro).

El cardenal, en la misma columna, citó un documento del Vaticano, “A levantarse con Cristo”, aprobado por el papa Francisco. “Se supone que las cenizas deben descansar en lugares sagrados tales como cementerios católicos, para asegurarse de que el difunto sea conmemorado e incluido en las oraciones y recuerdos de toda la comunidad creyente”.

El cardenal dijo que confiar restos cremados a un cementerio católico “asegura que no serán desechados o irrespetados ya que el recuerdo de los fallecidos se va desvaneciendo de generación en generación”.

En la Misa de la Ascensión, miembros de las familias Céspedes y Aguilo recordaron a Merquiades Céspedes, quien murió en el 2011, y a Raymundo Aguilo, quien falleció dos años antes.

Mirta Céspedes, quien estaba acompañada por su hermana, María Céspedes, dijo que estaban agradecidas de que las cenizas de sus hermanos finalmente fueran enterradas después de haber sido mantenidas en la casa de un pariente feligrés de Ascensión.

“Fue una buena idea”, dijo Mirta. “Tenían las cenizas en la casa y ellos querían enterrarlas”.

Otra pariente, Carolyn Aguilo, quien se desempeñaba como traductora, citó a Mirta: “Damos gracias a la Iglesia y a la arquidiócesis por permitirnos esto”.

Después de la misa, los familiares abordaron dos autobuses, cortesía de Redden Funeral Home, para ir al cementerio Gate of Heaven. Una atmósfera de oración y silencio impregno la capilla del lugar. Los familiares y los funcionarios del cementerio completaron la documentación requerida de manera ordenada.

En la sección de San José de Arimatea del cementerio, el padre Kearney ofreció oraciones y bendijo la tumba. Las cenizas se colocaron en una bóveda, y los nombres de los fallecidos serán grabados prontamente en un marcador comunal. El párroco dijo que espera regresar con sus feligreses una vez que el marcador esté en su lugar.

“Fue una de las cosas más orantes que he hecho en mucho tiempo, aparte de la misa dominical”, dijo el padre Kearney. “La gente estaba muy agradecida... Ellos dijeron que era una idea maravillosa”.

Scott Hanley, director a cargo del Calvario y Cementerios Aliados, dijo que era la primera vez que una parroquia conectaba tan emotivo entierro con un aniversario parroquial.

El párroco dijo que toda la experiencia también había sido un “buen momento de enseñanza”. Una mujer había mantenido cenizas en tres contenedores, los cuales planeaba distribuir. El padre Kearney pudo decirle porque “las cenizas no deben ser repartidas”, y se alentó a traer los restos al cementerio de la Ascensión para la misa y entierro en la Puerta del Cielo, lo cual ella hizo.