Si Escuchas Su Voz

El Secreto Mesiánico en el Evangelio de Marcos

Posted

La pregunta ¿Quién es Jesús? tiene, en el Evangelio de Marcos, una respuesta progresiva. Ante la actuación de Jesús, por la curación de un hombre poseído por un espíritu inmundo, la gente se preguntaba ¿Qué significa esto? (Mc 1, 27); es una pregunta hecha de modo genérico, pues ni siquiera se dice ¿Quién es el que hace esto? Cuando Jesús calma la tempestad, se preguntan “¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc 4, 41). Aquí la pregunta es concreta, tiene como referente a una persona como sujeto activo.

El Evangelio nos presenta diversas opiniones que sobre la identidad de Jesús circulaban entre la gente: algunos decían que Juan Bautista había resucitado, o que era el mismo profeta Elías que había retornado, o algún otro gran profeta (Cf., Mc 6, 14 ss). Jesús mismo pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos responden con las consabidas ideas que circulaban entre la gente (Cf., Mc 8, 27-28); es entonces que Jesús les pregunta directamente “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. Pedro toma la iniciativa y responde: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), es decir el “Ungido”, el “Mesías”. Es entonces que Jesús “les mandó enérgicamente que no hablaran de Él” (Mc 8, 30). ¿Por qué Jesús no quiere que sepan que Él es el Cristo, el Mesías?

Mesías es uno de los títulos que la Iglesia primitiva reconoce a Jesús. San Marcos recoge ese título cristológico de “Mesías” de la predicación cristiana. El evangelista Marcos destaca en varios pasajes que Jesús prohíbe enérgicamente que revelen su identidad, particularmente como Mesías. Jesús, en el Evangelio de Marcos, nunca se atribuye a sí mismo el título de “Mesías”, pero tampoco niega serlo. Jesús, en cambio sí se atribuye otro título, como el de “Hijo del hombre”, el cual tiene una connotación terrena (Jesús es de la raza humana, en todo igual a nosotros, menos en el pecado), y una connotación escatológica, en cuanto que ese título también hace referencia al “Cristo glorioso” que vendrá al final de los tiempos.

La prohibición de Jesús, para que no se diga que él es el Mesías, es reiterativa en el Evangelio de Marcos, a eso es lo que se conoce como el “secreto mesiánico”. Jesús quiere que se mantenga en reserva su identidad; por ello, cuando cura a algunos endemoniados (poseídos por espíritus inmundos) les ordena enérgicamente que no se lo digan a nadie. Igualmente, cuando cura enfermos, también les pide que no se lo digan a nadie.

Cuando Jesús curó a un leproso, “le despidió al instante prohibiéndole severamente: Mira, no se lo digas a nadie…” (Mc 1, 44). ¿Por qué Jesús no quiere que se enteren que cura a los enfermos? Cuando resucita a la hija de Jairo, todos los que fueron testigos presenciales, según relata Marcos, “quedaron fuera de sí, llenos de estupor” (Mc 5, 42). Jesús “les insistió mucho en que nadie lo supiera” (Mc 5, 43) ¿Por qué Jesús quería que nadie lo supiera? Cuando curó a un tartamudo sordo, “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban” (Mc 7, 36).

El Evangelio nos presenta la paradoja según la cual quienes reconocen la verdadera identidad de Jesús son los “endemoniados”, o los “paganos”, como el centurión romano que al ver morir a Jesús en la cruz exclama: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Por contrapartida, los discípulos, hasta el mismo Pedro no logran descubrir la verdadera identidad de Jesús como Mesías. Jesús se dirige a Pedro (el “primer Papa”) con palabras muy duras: “¡Quítate de mi vista Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres” (Mc 8, 33). La reprensión que Jesús le hace Pedro es por tener una idea equivocada de “Mesías”, por intentar apartar a Jesús del camino de la cruz, por no aceptar que el Mesías tenía que padecer, ser crucificado, muerto y sepultado, para resucitar y entrar en la gloria. Jesús no es el Mesías que Pedro se imagina. Jesús rechaza los falsos mesianismos de sus contemporáneos.

Veamos algunos ejemplos de “profesiones de fe” en las cuales se muestra una paradoja: En Cafarnaúm, un hombre poseído de un espíritu inmundo grita: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios” (Mc 1, 24); es decir, los espíritus inmundos (el demonio) reconocen la verdadera identidad de Jesús como “Santo de Dios”. Jesús, dice en san Marcos, conminó a los espíritus inmundos para que se callaran ¿Por qué razón? ¿Acaso Jesús no quería que lo reconozcan como el “Santo de Dios”? En el mismo capítulo, Marcos relata que “Jesús curó a muchos enfermos y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían” (Mc 1, 34). La paradoja está en que ni siquiera los discípulos conocen bien a Jesús, en cambio los demonios sí lo conocen y lo manifiestan abiertamente.

También señala Marcos que “los espíritus inmundos, al verle se arrojaban a sus pies y gritaban ‘Tú eres el Hijo de Dios’”. Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran” (Mc 3, 11-12) ¿Por qué Jesús les ordena “enérgicamente” que no divulguen que es el Hijo de Dios? Encontramos la paradoja de que los espíritus inmundos hacen una especie de “profesión de fe” sobre Jesús, mientras que, por otra parte, Jesús sufre la incomprensión hasta de sus propios discípulos, del mismo Pedro, porque no son capaces de reconocer realmente quién es Jesús. En el fondo, Jesús encara a sus propios discípulos por su “falta de fe”. La verdad es la verdad venga de donde venga, no importa quién la diga, aunque la diga el mismo demonio, como en los ejemplos que hemos señalado.

En tiempos de Jesús, la esperanza de la llegada de un Mesías salvador cobraba una especial relevancia para los judíos y suscitaba muchas expectativas de tipo político. Había diversas concepciones acerca del Mesías. Había quienes pensaban que el Mesías era una especie de líder político que echaría con la fuerza de las armas a los romanos que sojuzgaban aquella región de palestina; y, restauraría, en sentido terrenal, el reino de David. De ahí que no faltaban personajes que se autoproclaman como Mesías y arrastraban tras de sí a muchos para sublevarse contra el Imperio Romano que los oprimía. Algunos conatos de rebelión eran aplastados sangrientamente por el ejército romano. En ese contexto, es de entender que resultada muy peligroso que Jesús fuera identificado con ese tipo de Mesías político generando falsas expectativas en el pueblo. Jesús, siempre rechazó esa concepción de un Mesías político que utilizando la fuerza expulsara a los romanos. Jesús señala que su reino no es de este mundo, no se identifica con ningún proyecto político, con ningún mesianismo meramente intramundano. Tampoco se puede decir que el reino de Dios no tenga que ver nada con el compromiso por la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Por el contrario, todo lo bueno que hagamos en este mundo contribuye al crecimiento del reino de Dios. El universo es creación de Dios y en el le damos gloria hasta que todo, hombre y todo lo creado sea en Dios por siempre.