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Llamados a Vivir en Comunidad

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La vida en comunidad es esencial para el hombre como para su existencia. Nadie puede vivir solo. Tenemos la necesidad de vivir en grupos. Nacemos en la vida de una comunidad familiar, la familia y gracias a ella desarrollamos nuestras potencialidades de seres humanos. Es en la comunidad donde adquirimos nuestra personalidad, se toma conciencia del mundo y de los que nos rodean. En la vida de comunidad formamos y adquirimos el sentido de la conciencia personal y comunitario. En ella crecemos en armonía ó en los conflictos que la misma experiencia de la vida nos depara.

Es un hecho que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros; pero los miembros, aún siendo muchos forman entre todos un solo cuerpo. Pues también a todos nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, nos bautizamos en el único Espíritu para formar un solo cuerpo y sobre todos se derramó el único Espíritu (1 Cor 12: 12- 13). Los primeros cristianos entendieron que su nueva vida fue el ser llamados a vivir en comunidad para transmitir el Evangelio (1 Cor 7: 17-24.)

El Nuevo Testamento, nos indica que la fuerza de la vivencia de vida en comunidad estaba basada en la autoridad doctrinal y organizativa, donde el Espíritu Santo estaba presente encarnándose en sus nuevas formas organizativas de comunidad (Gal 1: 8-9); (Hech 15: 23).

Los Apóstoles conservaban la autoridad en la transmisión auténtica del Evangelio. En un acto de amor Dios crea al hombre para que viva en comunidad, desde allí se ama y somos amados. A través de los tiempos han existido diversas clases de comunidades; la más clara, por supuesto, es la familia. En la comunidad de familia, se nos enseña amar, respetar y sobre todo a amar a Dios. Jesús dijo: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18: 20).

Jesús se hace presente en la comunidad movida por la unidad y la caridad, su presencia es gozo profundo, que se renueva constantemente por la acción del Espíritu Santo hasta que llegue lo definitivo en él.

La comunidad de los discípulos de la primera hora, ejemplo vivo de unidad, de amor fraternal entre los hermanos de la comunidad. Después de la Ascensión de Jesús, los discípulos empezaron a reunirse para orar con un mismo espíritu (Hech 1: 14), y para perseverar en la comunión fraterna (Hech 2: 42). La multitud de creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (Hech 4: 32). Es Jesús quien ha reunido a todos los hijos de Dios dispersos (Jn 11: 52), y que se hará visible al final de los tiempos; cuando venga con sus ángeles a reunir a los elegidos de los cuatro vientos, desde un extremo a otro de los cielos (Mt 24: 31).

Tal era la importancia de la unidad interior entre los miembros de la comunidad y sus obispos en su apertura al mundo. Es así, que los paganos se decían: miren cómo se aman. Fue su unidad interna, su testimonio evangélico, y la autoridad vivida, hizo que se hiciera posible conquistar el imperio romano, en medio de las persecuciones y muertes. De ninguna manera eran comunidades cerradas, o aisladas, o simplemente comunidades propagandistas de algo. Sabían que llevaban en su interior toda una riqueza del pueblo antiguo de la Alianza, dirigiéndose a todo hombre sin distinciones (Ef 2: 11ss). La vida de las primeras comunidades era en torno al resucitado, Jesús.

Es en la comunidad donde nos interrelacionamos unos a otros, de allí la importancia del constante retorno a ella. Puede existir el peligro de buscarse así mismo en el otro que vive junto a mí. Para Jesús (Lc 11: 42; Jn 13: 35; (Mt 32: 12) o san Pablo (1 Cor 13: 1-13) el amor no es amor así mismo es amor al otro. El amor al otro como otro es encanto, belleza, bondad, santidad, don: don de sí mismo, entrega, opción sin retorno: " No hay mayor amor que el que da su vida por el amigo" (Jn 15:13). La plena comunicación de hermanos se realiza en la comunidad de hermanos. La comunidad es el sujeto real y el motor de la historia; en ella estamos "en casa", en seguridad, en común. La vida en la comunidad realizada, justa, final es una fiesta, es familia: " pasa a la fiesta de tu Señor " (Mt 25:21); Por eso los cristianos de la primitiva comunidad alababan desde sus casas a Dios con alegría, con felicidad, con gozo el saber que se congregaban con el Señor Jesús.

El cristiano tiene conciencia de pertenecer a la Iglesia universal de hermanos y hermanas. Unidos a todos los bautizados del mundo nos sentimos comunidad de hermanos. Esta pertenencia ha de vivirse con fe y hermandad dentro de nuestras comunidades parroquiales. Dios quiere santificar y salvar a los hombres, no por separado, sin ninguna conexión con los otros sino constituirlos en un pueblo que ama, conoce a Dios y en verdad y santamente le sirviese (Const. Sobre la Iglesia n. 9 Vat. II). Así los cristianos viven juntos porque quieren permanecer en ese amor demostrado por Cristo que vivió en comunidad con los apóstoles y discípulos, como en el hoy, se hace presente en la Iglesia que peregrina en el mundo, y que nos mantiene unidos en su recuerdo, su presencia renovada, su gracia, bendiciendo sus comunidades eclesiales, la Iglesia.